En el conocido texto de Efesios 5:18, Pablo nos exhorta a no embriagarnos con vino, sino mas bien ser llenos del Espíritu Santo. Pero ¿qué significa eso? ¿Cómo puede un creyente ser lleno del Espíritu? ¿Cuáles son las evidencias de esa llenura?
Al tratar con este asunto es sumamente importante que recordemos que el Espíritu Santo no es una sustancia o una influencia; no se trata de un gas o un líquido o un poder, sino de una Persona, la tercera Persona de la Trinidad que viene a morar en la vida de todo creyente desde el instante mismo de la conversión.
Dice el apóstol Pablo en Rom. 8:9 que “si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. El Espíritu Santo mora en todos los cristianos, y no viene a nosotros por parte, sino como una Persona completa. Cuando una persona viene de visita a nuestra casa no viene en pedazos. O está o no está. Y con el Espíritu es exactamente igual.
No es que al convertirnos se nos da un poco del Espíritu, y luego, si cumplimos ciertas condiciones, se nos da más y más, hasta que finalmente somos llenos, no. Algunas personas tienen el Espíritu Santo (todos los cristianos) y otros no lo tienen (los que no son cristianos).
En Jn. 14:16-18 dice el Señor: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.
Aunque Cristo ascendió a los cielos Sus discípulos no han quedado huérfanos, porque el Espíritu Santo ha venido a morar en sus corazones. Todo lo que Cristo fue para los creyentes mientras estuvo en la tierra, el Espíritu lo es ahora para todos los cristianos.
Y no existe ninguna condición que cumplir para que el Espíritu venga a morar en nosotros, excepto creer en Cristo. Todos los que creen disfrutan de esa bendición (comp. Jn. 7:37-39). Todos los que creen ya tienen el Espíritu.
Sin embargo, es a un grupo de creyentes a los que Pablo exhorta en Ef. 5:18 a ser llenos del Espíritu. El Espíritu mora en todo cristiano, pero no todos los cristianos son llenos del Espíritu.
¿Qué significa, entonces, ser llenos del Espíritu Santo? Muchas veces la Escritura usa la expresión “ser llenos de” para señalar la condición de alguien que está siendo controlado por algo.
Por ejemplo, en Lc. 5:26 se habla de un grupo de personas que se llenaron de temor al ver al Señor sanar a un paralítico; y en Lc. 6:11 se dice de los fariseos que se llenaron de furor contra Cristo porque sanó en el día de reposo a un hombre que tenía seca una mano.
No es lo mismo sentir miedo o ira que estar lleno de miedo o de ira. Son dos experiencias distintas. Una persona llena de miedo está controlada por el miedo, así como el que está lleno de ira ha sido controlado por la ira al punto de que puede llegar incluso a hacer locuras.
Ser lleno del Espíritu, entonces, no es otra cosa que ser controlado por el Espíritu que mora en nosotros. Noten el contraste en Ef. 5:18: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu”. Lo que sucede con una persona cuando se emborracha es que ha tomado tanto alcohol que su influencia lo domina. Ese hombre está bajo el efecto de la bebida.
Lo que Pablo nos dice aquí es que no debemos dejar que eso ocurra, no debemos permitir que el alcohol nos influencie de ese modo, sino que debemos dejarnos controlar por el Espíritu.
Así como la bebida afecta la mente, el corazón la voluntad, así debemos ser afectados por el Espíritu en nuestra mente, en nuestro corazón y en nuestra voluntad. Esa es la similitud entre la borrachera y la llenura del Espíritu Santo.
Pero como decíamos hace un momento, también existe entre ambas una diferencia abismal entre estas dos experiencias, como veremos en la próxima entrada al tratar con el tema de los frutos que produce la llenura del Espíritu.