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sábado, 23 de julio de 2011

Tus Pecado Pueden Afectar A Todos Los de Tu Casa



Josué 7. 1 Pero los hijos de Israel cometieron una prevaricación en cuanto al anatema; porque Acán hijo de Carmi, hijo de Zabdi, hijo de Zera, de la tribu de Judá, tomó del anatema; y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel. 






Esta es una historia que golpea fuerte, porque viene inmediatamente después de la extraordinaria victoria que Jehová le concedió a los israelitas sobre Jericó. 


La manera particular en que se dio la toma de la ciudad dejó un poderoso testimonio acerca del futuro que esperaba al pueblo si caminaba de la mano del Señor. 


En el siguiente capítulo, sin embargo, vemos a Israel derrotado y humillado por un adversario insignificante. 


El pasaje de hoy, tomado del capítulo que relata la totalidad del lamentable episodio, nos ofrece la explicación por esta derrota: 


había pecado en el pueblo y esto cortó en forma dramática el obrar de Dios.


Lo increíble de esta situación es que era solamente un hombre el que había pecado. Acán, de la tribu de Benjamín, vio entre los despojos de Jericó un manto babilónico muy bueno, doscientos siclos de plata y un lingote de oro de cincuenta siclos de peso, lo cual codició y tomó (Jos 7.21). 


Dios, sin embargo, había dado instrucciones específicas: «La ciudad será como anatema a Jehová, con todas las cosas que están en ella… Pero vosotros guardaos del anatema; no toquéis ni toméis cosa alguna del anatema, no sea que hagáis caer la maldición sobre el campamento de Israel, y le traigáis desgracia» (Jos 6.17, 18).


No deja de llamar la atención que todo el pueblo sufriera las consecuencias por la falta de un sólo hombre. Nuestro asombro revela cuán convencidos estamos de que el pecado es un asunto muy personal, algo entre nosotros y Dios. Esta historia nos presenta la más dramática y contundente evidencia de que no existe tal cosa como el «pecado privado». Todo pecado es una ofensa contra Dios y su pueblo y tiene consecuencias que van mucho más allá de nuestra propia vida.


Ser parte del pueblo de Dios implica la existencia de vínculos espirituales que no dependen de nosotros. 


No existimos en forma aislada, tengamos o no una relación fluída con los demás. 


Cuando alguno de nosotros peca, no pecamos solamente contra Dios, sino que también dañamos la relación con nuestros hermanos, pues se interrumpe el accionar de Dios en nuestro medio, no solamente en mi vida. El pecado secreto es un asunto serio, porque afecta la vida de todas las personas que están relacionados con esa persona, de la misma manera que el alcohólico trae miseria a todos los que conviven con él o ella. Aunque no veamos las consecuencias, los resultados de nuestras acciones no pueden ser detectados

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