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jueves, 21 de abril de 2011

A VECES LO QUE PEDIMOS NO ES LO QUE NECESITAMOS





 



Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el Templo, les rogaba que le dieran limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él los miró atento, esperando recibir de ellos algo. Pero Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Hechos 3.3–6

¿Cuánto puede valer una limosna? ¿Algunos centavos? Cuando alguien nos pide una, con certeza que no nos está pidiendo mucho; algunas monedas que irá sumando a las que otras almas piadosas también le puedan acercar. Nadie, sin embargo, se va a quedar sin comer por dar una limosna.
Pedro y Juan no tenían ni siquiera el dinero para esto, un simple acto de caridad hacia el prójimo. Tenían, sin embargo, algo que no tenía que ver con el dinero. Un tesoro de experiencias junto al Maestro de Galilea, y corazones que habían sido transformados por la compasión de Dios. De esto que tenían, le dieron al mendigo, y el hombre fue transformado también por el poder de Dios.
Dos lecciones importantes se desprenden de este incidente. En primer lugar, lo que la gente está pidiendo muchas veces no es lo que realmente necesitan. Cada uno da prioridad a las cosas que tienen que ver con su propio mundo, y elabora sus peticiones conforme a su propia realidad. Lo que pedimos, sin embargo, no es lo que más necesitamos. Podemos darle gracias a Dios que, en su infinita bondad, no siempre nos ha dado conforme a lo que le hemos pedido, sino según lo que necesitamos. Como siervos del Señor, también es importante discernir las peticiones que otros nos hacen, para saber si realmente necesitan lo que piden. El buen líder no concederá todo lo que los suyos le pidan, sino que buscará dar lo que el Espíritu le dirija.

En segundo lugar, el pasaje nos deja otro importante principio: debemos movernos con lo que tenemos. Esto parece demasiado obvio como para mencionarlo en esta reflexión. La verdad, sin embargo, es que demasiadas congregaciones no hacen muchas cosas porque se quedan pensando en los recursos que no tienen. Juan y Pedro bien podrían haberse ido tristes, sintiendo la frustración de no poder hacer «más» debido a la escasez de recursos con que contaban. Hasta podrían haber vuelto a la congregación para hablarles de lo importante que es dar con mayor generosidad, para cubrir las muchas necesidades en Jerusalén.
¡Cuántas veces he escuchado a pastores lamentarse porque no tienen los recursos «necesarios» para el ministerio! La verdad es que Dios nos ha dado lo que necesitamos para hacer la obra que él nos ha encomendado. Él no ha enviado a nadie al ministerio sin equiparlo con todo lo que necesita

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