¿Estoy caído? Entonces he de invocar esta palabra de gracia delante del Señor. Es Su manera de proceder, Su costumbre, Su promesa y Su deleite, levantar a los que están caídos.
¿Es un sentido de pecado y la consiguiente depresión de espíritu lo que ahora me turba? Entonces, en este caso, la obra de Jesús está hecha y provista para levantarme y llevarme al descanso. ¡Oh, Señor, levántame por tu misericordia!
¿Se trata acaso de una pérdida sensible o de un grave deterioro en cuanto a mis circunstancias? En esto, nuevamente, el Consolador ha asumido el consuelo. ¡Qué gran misericordia es para nosotros que una persona de la Sagrada Trinidad se convierta en el Consolador! Esta obra será llevada a cabo, pues un Ser tan glorioso la ha convertido en algo de Su particular interés.
Algunos están tan caídos, que únicamente Jesús puede liberarlos de su debilidad; pero Él puede hacerlo y lo hará. Él puede restaurarnos la salud, y devolvernos la esperanza y la felicidad. Él lo ha hecho con frecuencia en tribulaciones anteriores, y es el mismo Salvador, y repetirá Sus hazañas de misericordia. Los que estamos hoy caídos y afligidos, seremos puestos en altura, y los que ahora se burlan de nosotros serán grandemente avergonzados. ¡Qué honor es ser levantado por el Señor! Vale la pena sufrir una caída para experimentar el poder enaltecedor del Señor.
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