Hablando Claro

>

MENU

jueves, 28 de julio de 2011

¿Servir a Dios sin las manos?




Marcos 9.43–47 (RVR60) — 43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,







Lo que te voy a contar realmente pasó.
En serio.
Dos agentes de policía vieron a un joven tambaleándose por el camino con una Biblia debajo del brazo. Tenía el otro brazo metido debajo de la Biblia, apretándolo en un intento por detener la sangre que estaba perdiendo por ¡haberse amputado su propia mano!
Sí, leíste bien.
El muchacho se había amputado su propia mano. Dijo haberlo hecho en obediencia a Marcos 9:43: “Si tu mano te hace tropezar, córtala”. Aparentemente su mano había tocado algo malo o robado algo, por lo que había interpretado las palabras de Jesús literalmente y se había quitado la mano que se había portado mal. El relato tiene un lado bueno. Los agentes encontraron la mano en la basura. Los médicos pudieron volver a colocársela.
Es muy importante saber lo que la Biblia quiere decir, no sólo lo que dice. Jesús verdaderamente dijo eso de cortarse la mano. Si leemos los mandatos de Jesús en esta sección sin comprender lo que quiso decir, ¡todos tendríamos que formar línea para que nos hicieran varias amputaciones! ¿Quién no ha pecado con sus ojos, manos o pies?
Jesús estaba exagerando para impresionar y enfatizar su enseñanza. Lo hacemos todo el tiempo: “Te lo he dicho un millón de veces”. “Hubiera querido que me tragara la tierra”. “Me muero de hambre”. Estas afirmaciones no son ciertas literalmente, son para subrayar el hecho de que realmente se nos está acabando la paciencia, que teníamos mucha vergüenza, que teníamos hambre, etc.
Jesús no quiere que nos amputemos los miembros del cuerpo, como una mano que se robó una galletita. Pero quiere que sepamos que tenemos dos maneras de usar nuestro cuerpo: para cumplir los propósitos de Dios o desobedecer los propósitos de Dios. Si nuestra meta es servir a Dios y dejamos que nuestro cuerpo haga cosas que no le agradan, nuestro cuerpo se ha convertido en nuestro enemigo.
Jesús quiere que tú, su seguidor, le des no sólo tu alma sino tus ojos, manos, pies y cada parte de tu cuerpo. Pablo lo dijo así: “Os ruego… que presentéis vuestros cuerpos… a Dios” (Romanos 12:1). A Dios no le interesa ver que te amputes todo hasta no poder pecar más. Pero sí quiere que seas el que controla tu cuerpo y que vivas para cumplir los propósitos de Dios. No es más fácil, ¡pero es mucho menos sangriento!

Humillate ante Dios Y El Te Exaltara !!!!!




1 Pedro 5.2 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto;







Esto es equivalente a una promesa: si nos inclinamos, el Señor nos alzará. La humildad conduce al honor: la sumisión es el camino a la exaltación. La misma mano de Dios que nos empuja hacia abajo, está esperando para levantarnos cuando estemos preparados para recibir la bendición. Nos agachamos para vencer. Muchos se rebajan delante de los hombres, y, sin embargo, no reciben la protección que ambicionan; pero aquel que se humilla bajo la mano de Dios no dejará de ser enriquecido, exaltado, sostenido y consolado por el Dios siempre lleno de gracia. 

Es un hábito de Jehová derribar al altivo y exaltar al humillado.
Sin embargo, hay un tiempo para la obra del Señor. Hemos de humillarnos ahora, incluso en este preciso instante; y estamos obligados a continuar haciéndolo, ya sea que el Señor ponga sobre nosotros Su mano que causa aflicción o no. Cuando el Señor hiere, es nuestro especial deber aceptar el castigo con profunda sumisión. Pero en cuanto a nuestra exaltación proveniente del Señor, esa sólo puede venir “cuando fuere tiempo”, y Dios es el mejor juez de ese día y hora. ¿Clamamos impacientemente pidiendo la bendición? ¿Desearíamos un honor inoportuno? ¿Qué pretendemos? Seguramente no nos hemos humillado verdaderamente, pues, de lo contrario, esperaríamos con tranquila sumisión. Entonces, hagámoslo.

Soberano absoluto



1º Samuel 19.20 Entonces Saúl envió mensajeros para que trajeran a David, los cuales vieron una compañía de profetas que profetizaban, y a Samuel que estaba allí y los presidía. Y vino el Espíritu de Dios sobre los mensajeros de Saúl, y ellos también profetizaron.




Esta es una de las tantas escenas extrañas con las que nos encontramos en las Escrituras. Es extraña porque no llegamos a captar la verdadera dimensión de los acontecimientos que nos describe.
De todos modos, vale la pena una pequeña reflexión sobre los eventos que nos describe el pasaje. El odio de Saúl hacia David ya había llegado a proporciones realmente grotescas. Al menos en dos ocasiones, con su lanza, había intentado clavarlo contra la pared. Había dado órdenes claras a sus hombres de que apresaran al joven pastor de Belén, pero David siempre escapaba de ellos antes de que pudieran hacerlo. En esta ocasión, se le dio aviso a Saúl del lugar donde se encontraba David, e inmediatamente envió mensajeros para que lo trajeran de vuelta. Más el Espíritu de Dios vino sobre ellos y comenzaron a profetizar junto a los demás profetas reunidos con Samuel. Esta escena se repitió tres veces y en cada una de ellas los mensajeros fueron arrebatados por el Espíritu de Dios. Al final Saúl decidió ir en persona para buscar a David. Seguramente, a esta altura de las circunstancias el rey dominaba con dificultad la furia que le despertaba la aparente «ineptitud» de sus hombres. Cuando el rey llegó al lugar donde estaba David, junto al profeta Samuel y otros profetas, vino también sobre él el Espíritu de Dios y anduvo profetizando durante todo un día y una noche. No pudo hacer absolutamente nada para evitar la situación, ni tampoco para llevar adelante sus malvados planes contra la vida del joven israelita que tantos celos despertaba en su interior.
Nos atrevemos a hacer dos sencillas observaciones en cuanto a lo sucedido. En primer lugar, debemos notar que cada uno de los mensajeros -y el mismo rey- comenzaron a profetizar, pero esto no los convirtió en profetas. Esta observación es importante, porque hay en nosotros una marcada tendencia a confundir las obras con la persona. Creemos que cualquiera que hace las obras cuenta con el aval de Dios sobre su persona. Mas Dios puede usar al que quiera, inclusive a un asno, si fuere necesario. ¡Pero esto no convierte al asno en un consagrado siervo del Señor! Ser un ministro en la casa de Dios demanda mucho más que la habilidad de hacer cosas buenas para el Señor.
En segundo lugar, podemos observar que ningún plan del hombre prospera si Dios no lo autoriza, aun los planes de maldad. Muchas veces creemos que el enemigo anda suelto haciendo todo lo que se le viene a la mano, y nosotros no tenemos cómo defendernos contra él. Esta historia nos revela claramente que el enemigo avanza solamente hasta donde se le permite y ni un milímetro más. La autoridad de Dios se extiende aun sobre la vida de aquel que trama el mal día y noche.