Este lenguaje, y otras frases similares y muy relacionadas, están tomando popularidad en la siempre sensacionalista jerga de las grandes estrellas de la iglesia televisiva. Es el evangelio de las ofertas llevado a su límite extremo, ahora la de “vivir en lo sobrenatural”.
Hace poco escuché a Rony Cháves llamar a todos a “entrar en un espacio profético” porque “hay que incursionar en tiempo sobrenatural, donde se para el tiempo”. No es fácil entender el significado de expresiones tan altisonantes y sublimes, ¡pero aparentemente debe ser algo maravilloso y sumamente grandioso!
Otro predicador, en el canal “Enlace”, repitió la fórmula completa: “hay que incursionar en tiempo sobrenatural, donde se para el tiempo, para entrar en un escenario profético”. (Eso de que “se para el tiempo” parece derivarse de la idea griega de que la eternidad es atemporal, de modo que “incursionar en tiempo sobrenatural” significaría entrar en una esfera donde no existe el tiempo. Pero esa idea griega no es bíblica; en la eternidad se vive el tiempo de Dios, aunque no el tiempo finito de la creación. Textos como Sal 23:6, “en la casa de Jehová moraré por largos días” [hebr], o Apoc 22:2, que habla de los meses y años en la nueva creación, muestran que los hebreos no tenían ese concepto abstracto de una eternidad “donde el tiempo se para”).
En la maratónica de Enlace para noviembre 2010, un predicador de nombre Joel relacionó estos conceptos directamente con la ofrenda que pedían como “siembra”. “Hay que entrar en un nuevo nivel”, exhortaba el predicador, “por un momento de posicionamiento [¡Otro aporte impresionante al léxico teológico!]. Diga Ud ahora mismo, me uno a este tiempo profético, tome ya el teléfono para pactar con Dios”. Al parecer el hermano Joel entendía que una ofrenda a Enlace era el “momento de posicionamiento” para entrar al nivel profético y sobrenatural. ¡La ofrenda es como la puerta al mismo cielo!
Un corolario de esta doctrina se llama “el rompimiento”. Este extraño término es una traducción poco adecuada del término del inglés, “breakthrough”, que no parece tener un equivalente satisfactorio en castellano. El término inglés significa salir de una condición para abrir paso hacia una situación nueva. El “apóstol” Maldonado lo describe como “el rompimiento a un nivel sobrenatural” y de “intercesión de alto nivel; una oración sobrenatural”. En medio de toda la ambigüedad, en todas las fórmulas está el concepto de un salto instantáneo que nos hace salir de lo natural para entrar en lo sobrenatural.
Es muy impresionante la creatividad de estos movimientos en inventar nuevas fórmulas, como si inventar nuevas frases nos comunica nuevas y profundas verdades. Pero siempre tenemos que preguntar cuánta base bíblica tienen estas novedades y cuán fiel bíblica y teológicamente son sus propuestas para la vida de fe.
Debe llamarnos la atención que la palabra “sobrenatural” no aparece en toda la Biblia, y la palabra “natural” se usa mayormente para indicar el país de uno (Ex 12.19 y casi siempre; Hch 4.36 natural de Chipre; 28.2,4 etc). Las palabras “natural” y “naturaleza” a veces señalan lo que es normal o correcto (Rom 1:26-27,31; 1Cor 11:14; 2Tm 3.3; Judas 7), pero no en el sentido metafísico griego ni como opuesto a “sobrenatural”. Términos como “divino”, “milagro” (la Biblia no tiene palabra para “milagroso”),”cielo”, “arriba”, y otros parecidos, tienen todos su significado bíblico muy específico, pero ninguno significa “esfera sobrenatural”.
Un texto que podría malentenderse en sentido metafísico es 2 Pedro 1:4, “llegar a tener parte de la naturaleza divina” (Gr. theías fúsis). El contexto aclara el significado de “naturaleza” en este versículo: consiste en dejar atrás la corrupción mundana y “vivir como Dios manda” (1:3-4). No es un cambio metafísico sino ético, no de “esfera” sino de conducta. Lo aclaran muy bien Louw y Nida en su léxico del griego, como “participar en la semejanza de Dios, ser como Dios en ciertos aspectos”.
En fin: bíblicamente, no existe ninguna “esfera sobrenatural”, ni mucho menos una dicotomía o antítesis entre “lo sobrenatural” y lo “natural”. En la historia de la teología cristiana, el binomio ha sido “naturaleza y gracia”, desde una perspectiva cristiana, y no “lo natural y lo sobrenatural” desde una perspectiva metafísica.
Al encarnarse el Verbo divino, no dejó una esfera sobrenatural para entrar en otra esfera, la de lo natural. En un cuerpo humano, de carne como la nuestra, Jesús vivió plenamente su eterna realidad divina, siendo Dios y hombre a la vez, en una sola persona humana. Tampoco pasó su vida terrestre tratando de escaparse de la esfera natural para irrumpir en la esfera sobrenatural. En su vida, muerte y resurrección, todas plenamente humanas, él nos salvó. La herejía nestoriana, que separaba y aislaba las dos “naturalezas” de Jesús, fue rechazada por la iglesia como herejía. En su ascensión también, Cristo no dejó a un lado su humanidad para irrumpir en una esfera sobrenatural. A la diestra del Padre, Jesucristo sigue siendo el mismo Resucitado y en su segunda venida se manifestará corporal y visiblemente (Hch 1:11).
En la Biblia, pocas cosas son puramente “sobrenaturales” (en un “plano sobrenatural”) ¿Fue “sobrenatural” el nacimiento de Jesús? Los evangelios nos dicen que María lo concibió por el Espíritu Santo, pero su embarazo duró nueve meses (Luc 2:6; cf. 1:36), y el alumbramiento (2:6) fue como el de cualquier chiquillo, con todo y dolores de parto (cf. Ap 12:2). Nada indica que el embarazo de María y el nacimiento mismo de Jesús fuesen “sobrenaturales”. Es que Dios no hace esa distinción entre “natural” y “sobrenatural” sino que suele realizar sus propósitos divinos por medio de procesos “naturales”, sin manipularlos desde su trono celestial.
¿Fue “sobrenatural” la inspiración de las escrituras? Es cierto que el Espíritu Santo actuó de manera divina muy especial en el proceso de escribir los libros canónicos. Pero el Espíritu inspiró la Biblia por medio de autores humanos. La inspiración de las escrituras no fue un dictado “sobrenatural”, palabra por palabra, dejando a los autores bíblicos como simples autómatas en un proceso mecánico. Los profetas “estudiaron y observaron” el mensaje de salvación, buscando entenderlo mejor (1P 1:10-11); San Lucas buscó todas las fuentes y averiguó los hechos históricos de la vida de Jesús (Lc 1:1-4); San Pablo luchaba por comunicarse eficazmente, y hasta se lamentó por un momento de haber escrito una epístola a los corintios (1Cor 2:4; 2Cor 1:13-2:4,9; 6:11-13; 7:2,8-9). Cada autor bíblico se expresa desde su propio trasfondo, en su propio contexto y con su propio estilo literario. La inspiración de la Palabra de Dios no fue un dictado “sobrenatural” (para emplear ese término inapropiado) sino una confluencia dinámico entre acción divina y acción humana.
¿Funciona el cumplimiento de las profecías siempre a nivel “sobrenatural”? Sin poder entrar en detalles, conviene observar que la gran mayoría de las profecías del Antiguo Testamento se cumplieron mediante acción humana. Las profecías de la caída de Asiria se cumplieron por los ejércitos de Babilonia; de la caída de Babilonia, por los ejércitos de Persia; el fin del exilio de los judíos, por un decreto de Ciro. José y María no vivían en Belén, pero según el relato de Lucas, fue un decreto de Augusto César (Lc 2:1-7) que hizo cumplirse la profecía de Miqueas 5:2 (Mt 2:5-6). El arresto y crucifixión de Jesús, centrales al plan de Dios, fueron acciones humanas plenamente libres y responsables. Las profecías son reveladas divinamente, pero las más de las veces se cumplen humanamente, en el mismo “plano natural”.
Como último ejemplo, una sanidad divina, ¿se realiza en “la dimensión sobrenatural”? Me parece que no. Es acción de Dios, pero se realiza en un cuerpo de carne y hueso, en la tierra y no en algún plano “sobrenatural”. Y de hecho, ¿cuál sanidad no es divina, directa o indirectamente? Como dijo un famoso médico francés, “Dios los sana y nosotros les cobramos”. (Digo eso con todo respeto a la profesión médica y al admirable cardiólogo que recién me implantó un marcapasos).
¿A qué se debe este extraño (y yo diría, morboso) afán de “irrumpir en la dimensión sobrenatural”? ¿Podría interpretarse como un anhelo de escaparse de lo humano y lo histórico? ¿O peor, una ambición implícitamente idolátrica de subir al cielo y ser un poco igual a Dios? ¿O será simplemente una táctica más de algunos predicadores que, sin tener algo serio y bíblico para decir a sus oyentes, se afanan en inventar nuevas frases y conceptos exóticos de entretener a su público y mantener su propia popularidad y éxito?
Un vasto sector de la iglesia evangélica hoy está enfermo, que va tumbando insensatamente de una moda poco o nada bíblica a la próxima calentura teológica igualmente aberrante. Esas novedades sensacionalistas no edifican a la iglesia sino que hacen daño al pueblo del Señor. Que Dios nos tenga misericordia y sane su iglesia.
Escribo estas líneas la noche del sábado. Mañana iré a la iglesia, a la vuelta de la esquina de nuestra casa. Seremos unas cincuenta personas, y cantaremos todos con mucha fe y alegría los himnos y cánticos que nos inspiran. (¡Y cómo canta esta congregación, con fervor y entusiasmo!) Leeremos la Palabra del Señor y sentiremos su presencia. Confesaremos nuestro pecado y recibiremos el perdón de Dios. Compartiremos nuestras alabanzas y peticiones como una familia, y de hecho la somos. Oraremos. El pastor nos dará una exposición clara y sencilla de la Palabra del Señor, pero — ¡gracias mil a Dios! — no nos invitará a “irrumpir en la dimensión sobrenatural”.