Colosenses 2.6 tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él, arraigados y sobreedificados en él y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias.
Piense por un momento en cómo fue su experiencia de conversión. Por una serie de circunstancias arribó a una convicción profunda de que le estaba faltando algo en su vida, y que ese algo era Jesucristo. Quizás estaba cansado de los sinsabores de su propia existencia, o deprimido porque sus esfuerzos no producían los resultados anhelados. Quizás estaba en una situación límite, sin ninguna esperanza de revertir su realidad personal. Fueran cuales fueran las particularidades de su propia experiencia, se dio cuenta de que solamente Dios podía poner orden en su vida. Se entregó sin reservas ni condiciones, confesando su fragilidad y pidiendo al Altísimo que interviniera en su vida. Lo único que poseía era una profunda convicción de que Jesús le ofrecía lo que usted necesitaba.
Pablo anima a los colosenses a que caminen en el mismo espíritu con que comenzaron su vida espiritual, es decir, con esa misma sencillez y confianza que caracterizó su conversión. Esta exhortación no es en vano, pues la tendencia de cada uno de nosotros es a abandonar la sencillez del primer amor para enredarnos en las complejidades de una experiencia religiosa, con sus largas listas de exigencias y demandas. La vida en Cristo, sin embargo, es una relación, y debe ser conducida con la misma pasión y confianza absoluta que caracterizó nuestros primeros tiempos en el evangelio.
Para dejar esto en claro el apóstol habla de cuatro aspectos que considera indispensables en el andar cotidiano con Cristo. En primer lugar, hace alusión a las raíces de una planta, que la nutren y fortalecen. Así también, el hijo de Dios debe estar firmemente arraigado a la persona de Cristo, procurando de su persona los nutrientes que precisa. Luego, el apóstol hace referencia a un edificio, animando a que todo lo que se construye también sea en Cristo. Es decir, todos los proyectos y emprendimientos del discípulo deben estar permeados e impregnados de la persona de Jesús. Un tercer elemento tiene que ver con la confirmación de la fe. En esto debemos otorgarle al Señor la oportunidad de demostrar que todas las acciones tomadas por fe tienen su fruto y su recompensa en él. Por último, Pablo anima a que la experiencia de andar en Cristo esté sazonada en todo momento con expresiones continuas de gratitud por todas la bondades recibidas.
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