Marcos 9.43–47 (RVR60) — 43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. 47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
Lo que te voy a contar realmente pasó.
En serio.
Dos agentes de policía vieron a un joven tambaleándose por el camino con una Biblia debajo del brazo. Tenía el otro brazo metido debajo de la Biblia, apretándolo en un intento por detener la sangre que estaba perdiendo por ¡haberse amputado su propia mano!
Sí, leíste bien.
El muchacho se había amputado su propia mano. Dijo haberlo hecho en obediencia a Marcos 9:43: “Si tu mano te hace tropezar, córtala”. Aparentemente su mano había tocado algo malo o robado algo, por lo que había interpretado las palabras de Jesús literalmente y se había quitado la mano que se había portado mal. El relato tiene un lado bueno. Los agentes encontraron la mano en la basura. Los médicos pudieron volver a colocársela.
Es muy importante saber lo que la Biblia quiere decir, no sólo lo que dice. Jesús verdaderamente dijo eso de cortarse la mano. Si leemos los mandatos de Jesús en esta sección sin comprender lo que quiso decir, ¡todos tendríamos que formar línea para que nos hicieran varias amputaciones! ¿Quién no ha pecado con sus ojos, manos o pies?
Jesús estaba exagerando para impresionar y enfatizar su enseñanza. Lo hacemos todo el tiempo: “Te lo he dicho un millón de veces”. “Hubiera querido que me tragara la tierra”. “Me muero de hambre”. Estas afirmaciones no son ciertas literalmente, son para subrayar el hecho de que realmente se nos está acabando la paciencia, que teníamos mucha vergüenza, que teníamos hambre, etc.
Jesús no quiere que nos amputemos los miembros del cuerpo, como una mano que se robó una galletita. Pero quiere que sepamos que tenemos dos maneras de usar nuestro cuerpo: para cumplir los propósitos de Dios o desobedecer los propósitos de Dios. Si nuestra meta es servir a Dios y dejamos que nuestro cuerpo haga cosas que no le agradan, nuestro cuerpo se ha convertido en nuestro enemigo.
Jesús quiere que tú, su seguidor, le des no sólo tu alma sino tus ojos, manos, pies y cada parte de tu cuerpo. Pablo lo dijo así: “Os ruego… que presentéis vuestros cuerpos… a Dios” (Romanos 12:1). A Dios no le interesa ver que te amputes todo hasta no poder pecar más. Pero sí quiere que seas el que controla tu cuerpo y que vivas para cumplir los propósitos de Dios. No es más fácil, ¡pero es mucho menos sangriento!